sábado, 2 de junio de 2012

SEMANA 3. I CONCURSO LSD DE MICRORELATOS



Tercera semana del concurso. Red Bikcin presentó la gala así:
  Hola: Bienvenidos a esta nueva sesión de Lectura de Minicuentos Diotima, la tercera desde que instauramos este concurso.
     Debo  decir, antes que nada, que hemos cubiertos todas las expectativas. Éramos conscientes de que en SL es difícil convocar con éxito certámenes como este, y sin embargo, la realidad es que nuestro concurso de Minicuentos ha tenido una aceptación extraordinaria.
    Con los de hoy, completaremos la cifra de 20 microrrelatos presentados, una cantidad realmente importante. Y a falta de una semana para terminar el certamen, damos por seguro que alcanzaremos la treintena al final.
    Acordamos que los doce con mayor puntuación serían publicados en un libro, pero Diotima Editorial, en vista del mérito de los relatos, se está planteando aumentar esta cifra, ya que las puntuaciones  que otorga el jurado cada semana oscilan muy poco, y muchas veces queda un cuento por encima de otros solo por escasísimas décimas de diferencia.
     De todas formas, en la última semana daremos cuenta de estas posibles modificaciones de las Bases acordadas en su día.
     Y sin más preámbulos iniciamos la lectura de los 7 cuentos presentados esta semana.
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Estos fueron los originales en competición y su puntuación.
                                                                                             Mar Shilova


Título: Código… ¿Alzheimer?

Autor: Cool Vela. Puntuación 24.8

Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel. Eran ocho números y una letra coronados por el habitual código de barras que hace la secuencia más legible, más universal. Todo ello en un discreto negro medio, tamaño nada desproporcionado ni ostentoso, todo pulcro, sencillo, elegante. Podría decirse que muy cuidado en lo estético.
Arrebatado de mi natural cavilar, observo con más detalle al portador de aquel original ornamento. Es mujer. Su atuendo cuidado, sus ademanes pausados, sus formas y gestos distinguidos. Una dama de edad. Su mirada parece acariciar los objetos y personas que la rodean, sin dejarse atrapar por ellos, mientras ella, sin duda, rememora aquellos momentos ya vividos.
Fantaseo con la idea de iniciar una conversación, de dejarme conocer y conocerla a ella. Imagino unas primeras palabras, un saludo cortés, algo delicado y prudente. Ardo en deseos de saber, de conocer aquello que vio, sus experiencias, sus alegrías, tristezas, deseos, miedos y valentías. También, por qué no decirlo, excita mi curiosidad saber el motivo de aquel ornamento discreto que exhibe en su antebrazo, ligeramente por encima de su muñeca izquierda.
Las dos jóvenes uniformadas se acercan a la señora. La saludan con cortesía y una cariñosa sonrisa. Veo como la que parece más experimentada muestra a su joven compañera una pistola lectora que pasa sobre el elegante tatuaje.
-Buenos días, Doña Ana. Tenga, tráguelas despacito y tome un sorbito después. Ves que fácil Miriam. Es una idea genial, ¿verdad?
-Ahora atendemos a su marido, no se preocupe mujer, enseguida Don Manuel.
Ella las mira con ese aturdimiento que da el no saber que buscar. La dejan y se dirigen a mí.
-Buenos días, Don Manuel.
La más joven me pasa la pistola. Me tomo las píldoras. Doy un sorbito. Sigo con mi cavilar…

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Título: La profesional

Autor: Algezares Magic Puntuación 23,6

Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel a los que no quitaba ojo hasta que conseguí  memorizarlos mientras sentía su torpe magreo. Aquel trabajo requería mi lado más oscuro e irreverente porque aquel ser humano, baboso e irrefrenable, conseguía que mi profesionalidad se viera gravemente afectada.
Haciendo de tripas corazón me subí a aquella montaña sebosa. Se le dibujó un rictus de felicidad provocando que mi estómago protestara y es que estaba más que convencido de que aquello no me convenía.
Allí arriba, mientras le sujetaba la muñeca de los números que tan enloquecidamente busqué durante meses, podía echar un vistazo a la habitación. Buscaba algo muy concreto que me diera la pista definitiva. El movimiento rítmico al que me tenía sometida y la repugnancia que me daba no hacía más que obligarme a centrar mi atención en los detalles de la estancia.
Aquel azote en medio del fragor hizo que lo viera. Era un mueble empotrado en la pared con adornos de marquetería, en uno de los lados en la parte de abajo había un espacio sin llave donde bien podría estar lo que buscaba.
Le sonreí y besándole en la punta de su nariz abierta por el esfuerzo, le rodeé con mis brazos y mientras notaba cómo mi pezón entraba en su boca, hice girar aquel cuello sudoroso con la experta habilidad de una profesional hasta oír el chasquido. Quieta, noté cómo mi interior se libraba de aquel ser repugnante. Me levanté hacia el mueble.
Metí la mano por un entrante que había en la parte derecha y noté la protuberancia, la oprimí y tras un ligero chasquido la puerta se abrió. Allí estaba tal y como lo imaginé, tecleé los números...
Aquel sería el último golpe, el definitivo.
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Título: La Shoah

Autor: Marc Gene. Puntuación 23

 Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel:3215296470 y los reconozco uno a uno.
3 días de viaje en un vagón de ganado, hacinados, sin agua, sin comida, sin espacio para sentarse, apoyados unos cuerpos sobre otros, todos de pie, entre orines, sudor y excrementos... y sobre todo con miedo.
2 violaciones al día por tener la desgracia de haberle gustado a aquel soldado nazi cuando bajó del tren. O quizás la suerte, pues probablemente es por ese motivo que sigue viva.
1 vida en la que ni un solo día ha dejado de recordar aquel horror, aunque haya rezado para poder olvidarlo.
5 muertos a quienes llorar sin cadáver: su marido, sus padres y sus dos hermanos no volvieron de las duchas. Aniquilados con el Zyklon B, y hechos cenizas en los hornos de la II fase.
2 toneladas de pelo rasurado a las víctimas.
9 toneladas de zapatos sin dueño.
6 millones de judíos exterminados en la más perfecta empresa de  muerte jamás creada.
4 amigos que se reúnen cada 27 de enero y nunca hablan de lo que les une.
7 décadas de silencio.
0 tolerancia. Tolerancia cero. Tolerancia cero. Tolerancia cero.
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Título: Rito de paso

Autor: Manuel Kowlasky. Puntuación 22

Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel . Y percibo como van  cayendo las horas, los minutos y los segundos, como la lluvia en otoño, despacio y oscura. Como las lágrimas de las despedidas, que inundan lo ojos abiertos, fijos en la partida. Y van cayendo lentamente, como las hojas que se abandonan en un viaje sin retorno, como el último fuego de la llama, como el último resplandor del día. inundándolo todo, deteniendo el  tiempo en una pausa infinita.
Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel . Y el tiempo pasa sin mas esperanza que su propio transcurrir, sin otra ilusión que su marcha. Sin mas anhelo que sobrevivir a su propia quietud. Se suman  las horas, los minutos y lo segundos  y dibujan la soledad, construyendo la nada.
Veo  junto a su reloj unos números grabados en su piel. Y poco a poco la vida se acompasa su propia cadencia, fría y monótona, apagando el sentimiento, secando la ilusión, renunciando  a vivir y a complicarse la vida.  Hay tantas cosas por hacer, por decir, por sentir...  Pero no hace nada, no dice nada. Y siente que la vida se le escapa. Pero no hace nada y no dice nada.
Veo  junto a su reloj unos números grabados en su piel. Y siguen  cayendo las horas, los minutos y los segundos. Y lentamente su vida se marchita. Y después... se apaga.
En memoria.
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Título: El encuentro

Autor: Natalia Eclonite. Puntuación 22

Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel, la espera en ella se nota, la observo desde la vereda de enfrente mientras apuro mi café,  observador simplemente de una espera que se hace carne, la veo acomodar su cabello, chequear ese reloj mas de una vez, y esos números junto a su mano que no hacen mas que avivar  mi curiosidad, mi morbo, ese bichito que me impide dejar de observar. Simulo leer el diario, la veo revolver en su bolso, una y otra vez, de las inmensas y secretas profundidades de ese adminículo de cuero, salen labiales, espejos y un segundo reloj. Me sonrió ante esa impaciencia, esa necesidad de controlar el tiempo.
Sonrió ante la espera, los cambios es su humor, una sonrisa, un puchero, un berrinche y un suspiro. No lo resisto mas, no dejo continuar esa angustia y me acercó
-    4532? Pregunto sonriendo.
-    Sí- Me mira sonriente, dulce y nerviosa, noto que ha notado mi presencia no sabe que hace mas de 20 minutos la observo, doy un paso al frente y le ofrezco mis brazos,
-    6842- exclama y me abraza. Son extrañas las citas a ciegas, pero como no conocer a ese otro ser, que usa números en vez de nombre al igual que yo, podría haber pensado en alguna relación matemática entre sus cifras y las mías, pero no era necesario, me bastaba con que cumpliera lo que prometió, que llevará  sus números junto a los míos gravados en su piel.
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Título: Tripalium

Autor: Kar Gabilondo. Puntuación 21.9

 Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel: 482348904789.  A pesar de la piel arrugada que dificulta su lectura, aún siguen allí, tatuados para siempre, testigos de todos aquellos momentos vividos.
 El anciano sonríe cuando se da cuenta de que mis ojos han visto los dígitos de su muñeca. Se siente afortunado de ser un superviviente, de ser uno de los pocos que aún puede contarlo. Sin embargo no habla de ello con cualquiera; sabe que es un tema que duele a demasiadas personas en la actualidad.
  Observo  al anciano con admiración: deben de quedar muy pocos como él, quizás es el último de los que vivieron aquellos días anteriores a la crisis del año 2008, cuando aún trabajaban.  Él es un afortunado que conoció el trabajo, y al igual que los pocos que tuvieron esa suerte, se había tatuado el número de la Seguridad Social en la piel, y desde entonces lo enseña con secreto orgullo siempre que puede.
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Título: El dilema

Autor: Josie Athens. Puntuación 20

Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel dócil y tersa. Su cuerpo desnudo transpira sensualidad, deseo y excitación. Sus pechos, aunque relativamente pequeños, son redondos y se muestran erectos para mi. Sus pezones son una invitación a ser lamidos, poseídos. Su bella cara, cual muñeca de porcelana amerita ser admirada. Unos ojos verdes y profundos que contrastan con el color de su piel bronceada. Unas cejas finas y unas pestañas relativamente largas y curveadas le dan el complemento perfecto. Dedico un tiempo especial a su boca. Una sonrisa simple, con labios carnosos de un color carmesí desafiante, húmedos y bien delineados. No pongo mucho detalle en el resto de su cuerpo. Estoy acostumbrada a la calidad de la agencia en sus productos y este parece sobrepasar mis exigentes expectativas.
"¿Cómo te llamas cielo?" - le pregunto con voz firme.
"Mi Señora, por el momento soy sólo un número de serie, soy su nueva perrita y puede usar ese número si le place, o bien escoger uno apropiado a su gusto" - me contesta tiernamente.
Su voz me produce escalofríos. Me excita su sumisión, su entrega. Al mirarla, deseo besarla y no me decido por donde comenzar. Hago una pausa y medito. Nunca antes he tenido problemas con mis esclavas, pero ésta, me los podría dar. Mi deseo me debilita y se que debo superarlo. Por otra parte, me pregunto si no requeriré mas bien de una pareja, de una amante. Esclavas tengo varias y las uso de diversas maneras. Pero, ¿qué haré con ella?
"eso no fue lo que te pregunté" - continúo.
"soy la esclava número de serie 095 mi Señora" - responde sorprendida.
Su voz, sus movimientos, su aroma, toda ella me afecta más de lo debido ¿Qué haré con ella?
*****


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