Una fruta madura
para degustar.
Me encanta clavar mis dientes
en tu carne
y saborear tu esencia germinal.
Eres un vino sabio
para paladear.
Frutas, madera y especias
se confunden
al probarte
hasta abrumarte de tanto gozar.
A los oídos
suenas como melodías
de seis violines
en disputa,
porque eres ardiente,
amorosa y singular.
Me gusta mirarte de frente
a los ojos,
sin pestañear,
y ver las montañas que se esconden dentro
blancas de tanto nevar.
Porque me gusta la nieve
albina primorosa
sin que me canse mirar.
Y pasear hasta el horizonte
con sólo nuestras huellas
bordadas
por amoroso caminar. Pasos que damos juntas
abrazadas
y sin hablar,
dejando a nuestros pensamientos
entrelazándose sin
cesar.
Al final del camino
un penacho de humo
anuncia nuestro hogar.
Donde vivimos juntas
y enamoradas,
amándonos a la par.
Lo dulce que es
despertar por la mañana
abrir los ojos y remirar.
Contemplar tu rostro sereno,
tus mejillas sonrojadas
y las sonrisas en tus
labios
volando
como gaviotas
sobre el mar.
Si con mi dedo acaricio
tus orejas y el lunar
las gaviotas aprietan el vuelo
en algarabía singular.
El mar mana de tus labios,
las montañas se esconden en tus ojos
¿qué más me puedo encontrar?
Un cielo azul
infinito
sobre tu frente
con los cirros
blancos
de tu melena
desplegada al viento
de verdad.
caprichosas,
como siendo pelirroja
se transforma a la blancura
por tu libre voluntad.
Nacimos juntas en
otro planeta.
Volamos a este
por empeño de las estrellas
que nos guían y nos unen
con su poder de deidad.
Nos pidieron que no olvidáramos
a la madre naturaleza
y su vinculo
de sabia fecundidad.
Así lo hacemos cada día,
cumpliendo nuestro
destino estelar
porque no hay nada mejor
que despertarse juntas
y soñar.
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