En la segunda semana del concurso la calidad de los relatos presentados sigue siendo tan buena, que el jurado tiene dificultades para puntuar los relatos.
La frase por la que debían empezar los relatos era:
Se entrenaban para estar muertos.
A continuación transcribo los originales presentados
.-
Mar Shilova
A continuación transcribo los originales presentados
.-
Mar Shilova
Autor: Cool Vela. Puntuación 22.4
Título: Dejarse
morir juntos
Se entrenaban para estar muertos. Después de entregarse
caricias, después de ahogarse en besos, después de aquello que de la más
natural forma siempre viene después: de arrullarse entre gemidos, de sofocarse
en jadeos, de buscar el alma más allá de unos cuerpos que casi parecen estorbar,
de fundirse en un grito, de clavarse en un amor desbocado. Después de todo
aquello, bañados en sudor, se entrenaban para estar muertos, uno al lado del
otro, sosegados, tranquilos, tumbados, juntos, muy juntos.
Entrelazaban sus manos para sentir próximo el latido del
otro. Miraban al infinito o cerraban los ojos, siempre callados. Infinito es
plenitud y oscuridad es nada, pero uno y otro, por intangibles o inalcanzables
se nos suelen antojar negación. Querían frenar su pulso y sentir lo que se
siente cuando se dice adiós a la vez. Querían sentirse dar un latido último
escuchando el último del otro. Querían morir de amor enamorados.
Lo hacían sobre la hierba. Lo hicieron sobre la arena.
También entrenaron ese latido a la orilla de ríos, en muchos suelos, en algún
sofá y en muchas camas. Entrenaron mil veces esa muerte dulce y unísona que, si
hay otra vida, nos deja empezarla juntos, de la mano. Repitieron, no mil, pero
sí muchas veces ese ritual amoroso que hacía más grande y puro, si cabe, su
amor.
Pasó una eternidad que es esa unidad ambigua de medida
temporal que puede durar un instante o una considerable cantidad de años, pero
que quiere marcar diferencia sustancial entre antes y después. Ya no entrenan.
Juntos leen cosas diferentes o miran callados cualquier cosa. No entrenan
porque se sienten muertos, salvo cuando, por cualquier absurdo motivo, vuelven
a entrelazar sus manos, sienten una vez más sus latidos, cierran los ojos y se
dejan morir enamorados.
*****
Autor: Marc Gene Puntuación 22.1
Título: La piedra de la suerte
Se entrenaban para estar muertos con un fusil Cetme
entre las manos desde que aprendían la tabla del nueve. Ismael saltaba a
la rayuela utilizando casquillos de bala en vez de piedras, y su hermano
Andrés, dos años mayor, jugaba al fútbol mientras los proyectiles tintineaban
dentro de los bolsillos de su pantalón caqui. Hacía más ruido que los otros10
jugadores porque además de las balas, llevaba una piedra de cuarzo, suave y
fría al tacto, que apretaba fuertemente en su
mano izquierda cuando sentía miedo. Era su piedra de la suerte. Siempre
le había sacado de todas las situaciones difíciles, de las que muchos
compañeros no volvieron.
Aquel día decidieron que Ismael estaba preparado, no tanto
porque fuera verdad sino porque las bajas habían mermado el batallón de su
hermano mayor. Este sabía que sería un día duro para Ismael, el primero que ya
no era un entrenamiento, y cuando miró hacia atrás sonrío a su hermano que como
él se arrastraba por el campo, cuerpo a tierra hacia el enemigo. Vio la cara de
Ismael descompuesta, el gesto de terror imposible de disimular, y se incorporó
para lanzarle la piedra de la suerte. El sol reflejado en el cuarzo atrajo el
fusil enemigo que abatió a Andrés. Su hermano pequeño recorrió los metros que
les separaban, con un grito mudo en el rostro. Cayó abrazado al cuerpo de
Andrés, llorando, y el grito mudo dio paso al sonido más desesperado que jamás
saliera de la garganta de un niño. Ismael, con el puño cerrado alrededor de la
piedra de la suerte, supo que nunca más lloraría.
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Autor: Agezares Magic. Puntuación 21.6
Título: El
último vuelo
Se entrenaban para estar muertos y sin embargo ahí estaba,
volando libre, surcando el cálido aire de verano que tanto me gustaba cuando lo
vi... Era un paisaje extraño, de formas rectas y angostos precipicios que me
fascinó. Me posé suavemente en una de sus pequeñas llanuras y empecé a
explorar... Nunca había visto nada igual, tenía curiosas inscripciones en cada
una de ellas que no entendía. Estaba caliente y vibraba imperceptiblemente… me
extasiaba aquello. Me acerqué cuidadosamente a uno de los cortes, me asomé y vi
que en el fondo había una rica y vasta zona llena de posibilidades para el
abastecimiento de la base. Ahora sí estaba seguro que había que informar
urgentemente de mi hallazgo. Salté a una llanura algo mayor para iniciar el
despegue cuando sentí una sombra que me abarcaba... Oh mier...!
Ya están aquí los mosquitos de nuevo... comentó indignada
ella limpiando su teclado.
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Autor: Kar Gabilondo. Puntuación 20.3
Título: Reflejos de
vida
Se entrenaban para estar muertos preparando el escenario con
un cuidado exquisito: las baldosas blancas cubiertas de pétalo de rosas rojas,
el mejor vino, el agua a la temperatura ideal, y su canción.
Ella lo desnuda sin
prisa, besando y acariciando su cuerpo hasta que ambos se meten en la bañera.
Lentamente se aman dejándose llevar por sus besos, por la tibieza del agua y la calidez que el vino
les había proporcionado.
Próximo ya el orgasmo, el bisturí brilla múltiple en el
reflejo de los espejos, espectadores mudos de su arriesgado ensayo. La delicada piel se rasga sin presión, y la
sangre brota despacio, densa y oscura, tiñendo poco a poco el agua de la bañera
y los cuerpos de los dos amantes que siguen amándose.
Entonces, ella
detiene ambas hemorragias con experiencia, y cubre con su cuerpo el de su amado.
No es necesario ir más allá: abrazados, rendidos., exhaustos y felices,
ambos han muerto de entrega, han muerto de amor.
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Autor: natalia ectonite Puntuación 20.3
Título: Entrenados para morir
Se entrenaban para estar muertos, día a día invertían su tiempo en aulas llenas de
conocimientos y vacías de afectos, día a día construyendo un futuro, entrenando
sus mentes, para rendir en hipotético trabajo que les quitaría lo que quedaba
de vida, autómatas consagrados a un reloj,
a un horario a una causa inexistente.
Uno a uno, con cartón en mano desfilaban semi autómatas semi
humanos rumbo a una vida, ya entrenados, ya engrasados, ya muertos.
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Autor: Josie Athens
Puntuación 20
Título: La
despedida
Se entrenaban para estar muertos desde el día en que el
médico les comunicó la trágica noticia. Ahora Gerardo estaba postrado en la
cama del hospital, inconsciente, pero quizá escuchando aún. En un par de horas,
desconectarían los equipos y solo administrarían algo para el dolor.
Pepe, se acercó a la cama.
Era su turno de despedirse. Los familiares ya lo habían hecho. El, como
amigo, solo dispondría de algunos minutos de privacidad. Tragando saliva y con
profundo dolor le tomó la mano y le dijo:
"Hasta luego hermano. Gracias por haberme dejado ser
parte de tu vida, por compartirla conmigo. Hoy te vas tu y te llevarás una
parte de mi contigo. Se que te podré ver en la cara de tu hijo así como en la
de tu hermano... sobre todo en sus gestos, tan similares a los tuyos."
"Para ser honesto, no se que vendrá después. Siempre
hemos sido sinceros entre nosotros y ahora no se en que creer. Nos enseñaron
que irías a un mejor lugar y deseo que
así sea. Si ese lugar existe y tienes la oportunidad, no te olvides de
esperarme en el otro lado. No puedo pensar en alguien mejor con quien recorrer ese camino."
Pepe se calló, su amigo y hermano hacía caras de dolor. Que desesperación no saber que decir ni que
creer. Recordando a su amigo, tomo aire y continuó:
"Conociéndote, si me oyeras, te estarías muriéndote de
la risa, por la cantidad de tonterías que estoy diciendo y seguramente te
burlarías de mi. Eso, sin lugar a dudas, es lo que más extrañaré. La alegría
con la que viviste. Espérame hermano, que yo también me entreno para
morir."
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Autor: Anita Babii. Puntuación 19.7
Título: De Rome y
Juliet
Se entrenaban para estar muertos, ni la muerte debía
separarles, durante meses urdieron el plan perfecto para encontrarse en el mas
allá una vez les llegara su hora. El juraba que moría con ella, Ella juraba que
moriría con él. Juntos viajarían al paraíso y allí su amor sería para siempre.
El reloj de cuerda martilleaba los segundos en sus cabezas,
tic, tac… Ella le besó a él, él le besó a Ella, unas lágrimas perezosas
surcaban por sus mejillas.
El ambiente denso, el olor intenso, dos cuerpos desnudos
abrazados con fuerza, una sola existencia, un solo amor.
Por sus cabezas recuerdos, ideas, alegrías y temores se
mezclaban. Cuan lejos quedaban ya esos tiempos en que sus familias, juradas de
odio eterno, se mataban entre ellos por controlar un barrio de la ciudad. Cuan
lejos quedaban ya las amenazas y castigos de sus padres por cometer el pecado
de enamorarse uno del otro.
Aquel era el único amor prohibido de sus vidas y aquel fue
el amor que ambos eligieron.
El calor era sofocante, apenas ya se podía respirar, sus
cuerpos se debilitaban, sus mentes se adormecían, el viaje había comenzado, no
había marcha atrás.
Tras la espalda de Ella, El abrió el zippo, con el pulgar
húmedo y tembloroso accionó la ruedecita, la piedra cilíndrica encajada en
aquel hueco y agobiada por el molesto muelle que le apretaba contra la rueda
cumplió su misión. De repente un gran estallido que nunca acabaron de escuchar.
Silencio, paz, dos luces subían al cielo, dos almas enamoradas en su viaje
hacia el amor eterno. Adiós mundo cruel, adiós gente demente, nunca nos
quisisteis entender y nunca lo habríais hecho. Que os den.
*****