martes, 22 de mayo de 2012

SEMANA 2. CONCURSO LSD MICRORELATOS.





En la segunda semana del concurso la calidad de los relatos presentados sigue siendo tan buena, que el jurado tiene dificultades para puntuar los relatos.
      La frase por la que debían empezar los relatos era:
Se entrenaban para estar muertos.

A continuación transcribo los originales presentados
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Mar Shilova

Autor: Cool Vela. Puntuación 22.4
Título: Dejarse morir juntos
Se entrenaban para estar muertos. Después de entregarse caricias, después de ahogarse en besos, después de aquello que de la más natural forma siempre viene después: de arrullarse entre gemidos, de sofocarse en jadeos, de buscar el alma más allá de unos cuerpos que casi parecen estorbar, de fundirse en un grito, de clavarse en un amor desbocado. Después de todo aquello, bañados en sudor, se entrenaban para estar muertos, uno al lado del otro, sosegados, tranquilos, tumbados, juntos, muy juntos.
Entrelazaban sus manos para sentir próximo el latido del otro. Miraban al infinito o cerraban los ojos, siempre callados. Infinito es plenitud y oscuridad es nada, pero uno y otro, por intangibles o inalcanzables se nos suelen antojar negación. Querían frenar su pulso y sentir lo que se siente cuando se dice adiós a la vez. Querían sentirse dar un latido último escuchando el último del otro. Querían morir de amor enamorados.
Lo hacían sobre la hierba. Lo hicieron sobre la arena. También entrenaron ese latido a la orilla de ríos, en muchos suelos, en algún sofá y en muchas camas. Entrenaron mil veces esa muerte dulce y unísona que, si hay otra vida, nos deja empezarla juntos, de la mano. Repitieron, no mil, pero sí muchas veces ese ritual amoroso que hacía más grande y puro, si cabe, su amor.
Pasó una eternidad que es esa unidad ambigua de medida temporal que puede durar un instante o una considerable cantidad de años, pero que quiere marcar diferencia sustancial entre antes y después. Ya no entrenan. Juntos leen cosas diferentes o miran callados cualquier cosa. No entrenan porque se sienten muertos, salvo cuando, por cualquier absurdo motivo, vuelven a entrelazar sus manos, sienten una vez más sus latidos, cierran los ojos y se dejan morir enamorados.
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Autor: Marc Gene         Puntuación 22.1
Título:  La piedra de la suerte

Se entrenaban para estar muertos con un  fusil Cetme  entre las manos desde que aprendían la tabla del nueve. Ismael saltaba a la rayuela utilizando casquillos de bala en vez de piedras, y su hermano Andrés, dos años mayor, jugaba al fútbol mientras los proyectiles tintineaban dentro de los bolsillos de su pantalón caqui. Hacía más ruido que los otros10 jugadores porque además de las balas, llevaba una piedra de cuarzo, suave y fría al tacto, que apretaba fuertemente en su  mano izquierda cuando sentía miedo. Era su piedra de la suerte. Siempre le había sacado de todas las situaciones difíciles, de las que muchos compañeros no volvieron.
Aquel día decidieron que Ismael estaba preparado, no tanto porque fuera verdad sino porque las bajas habían mermado el batallón de su hermano mayor. Este sabía que sería un día duro para Ismael, el primero que ya no era un entrenamiento, y cuando miró hacia atrás sonrío a su hermano que como él se arrastraba por el campo, cuerpo a tierra hacia el enemigo. Vio la cara de Ismael descompuesta, el gesto de terror imposible de disimular, y se incorporó para lanzarle la piedra de la suerte. El sol reflejado en el cuarzo atrajo el fusil enemigo que abatió a Andrés. Su hermano pequeño recorrió los metros que les separaban, con un grito mudo en el rostro. Cayó abrazado al cuerpo de Andrés, llorando, y el grito mudo dio paso al sonido más desesperado que jamás saliera de la garganta de un niño. Ismael, con el puño cerrado alrededor de la piedra de la suerte, supo que nunca más lloraría.
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Autor: Agezares Magic. Puntuación 21.6
Título: El último vuelo  
Se entrenaban para estar muertos y sin embargo ahí estaba, volando libre, surcando el cálido aire de verano que tanto me gustaba cuando lo vi... Era un paisaje extraño, de formas rectas y angostos precipicios que me fascinó. Me posé suavemente en una de sus pequeñas llanuras y empecé a explorar... Nunca había visto nada igual, tenía curiosas inscripciones en cada una de ellas que no entendía. Estaba caliente y vibraba imperceptiblemente… me extasiaba aquello. Me acerqué cuidadosamente a uno de los cortes, me asomé y vi que en el fondo había una rica y vasta zona llena de posibilidades para el abastecimiento de la base. Ahora sí estaba seguro que había que informar urgentemente de mi hallazgo. Salté a una llanura algo mayor para iniciar el despegue cuando sentí una sombra que me abarcaba... Oh mier...!
Ya están aquí los mosquitos de nuevo... comentó indignada ella limpiando su teclado.
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Autor: Kar Gabilondo. Puntuación 20.3
Título: Reflejos de vida

Se entrenaban para estar muertos preparando el escenario con un cuidado exquisito: las baldosas blancas cubiertas de pétalo de rosas rojas, el mejor vino, el agua a la temperatura ideal, y su canción.
Ella  lo desnuda sin prisa, besando y acariciando su cuerpo hasta que ambos se meten en la bañera. Lentamente se aman dejándose llevar por sus besos, por  la tibieza del agua y la calidez que el vino les había proporcionado.
Próximo ya el orgasmo, el bisturí brilla múltiple en el reflejo de los espejos, espectadores mudos de su arriesgado ensayo. La  delicada piel se rasga sin presión, y la sangre brota despacio, densa y oscura, tiñendo poco a poco el agua de la bañera y los cuerpos de los dos amantes que siguen amándose.
 Entonces, ella detiene ambas hemorragias con experiencia, y cubre con su cuerpo el de  su amado.  No es necesario ir más allá: abrazados, rendidos., exhaustos y felices, ambos han muerto de entrega, han muerto de amor.

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Autor: natalia ectonite  Puntuación 20.3
Título:   Entrenados para morir
Se entrenaban para estar muertos, día  a día invertían su tiempo en aulas llenas de conocimientos y vacías de afectos, día a día construyendo un futuro, entrenando sus mentes, para rendir en hipotético trabajo que les quitaría lo que quedaba de vida, autómatas consagrados a un reloj,  a un horario a una causa inexistente.
Uno a uno, con cartón en mano desfilaban semi autómatas semi humanos rumbo a una vida, ya entrenados, ya engrasados, ya muertos.
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Autor: Josie Athens    Puntuación 20
Título:   La despedida
Se entrenaban para estar muertos desde el día en que el médico les comunicó la trágica noticia. Ahora Gerardo estaba postrado en la cama del hospital, inconsciente, pero quizá escuchando aún. En un par de horas, desconectarían los equipos y solo administrarían algo para el dolor.
Pepe, se acercó a la cama.  Era su turno de despedirse. Los familiares ya lo habían hecho. El, como amigo, solo dispondría de algunos minutos de privacidad. Tragando saliva y con profundo dolor le tomó la mano y le dijo:
"Hasta luego hermano. Gracias por haberme dejado ser parte de tu vida, por compartirla conmigo. Hoy te vas tu y te llevarás una parte de mi contigo. Se que te podré ver en la cara de tu hijo así como en la de tu hermano... sobre todo en sus gestos, tan similares a los tuyos."
"Para ser honesto, no se que vendrá después. Siempre hemos sido sinceros entre nosotros y ahora no se en que creer. Nos enseñaron que irías a un mejor lugar  y deseo que así sea. Si ese lugar existe y tienes la oportunidad, no te olvides de esperarme en el otro lado. No puedo pensar en alguien mejor con quien  recorrer ese camino."
Pepe se calló, su amigo y hermano hacía caras de dolor.  Que desesperación no saber que decir ni que creer. Recordando a su amigo, tomo aire y continuó:
"Conociéndote, si me oyeras, te estarías muriéndote de la risa, por la cantidad de tonterías que estoy diciendo y seguramente te burlarías de mi. Eso, sin lugar a dudas, es lo que más extrañaré. La alegría con la que viviste. Espérame hermano, que yo también me entreno para morir."
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Autor: Anita Babii. Puntuación 19.7
Título: De Rome y Juliet
Se entrenaban para estar muertos, ni la muerte debía separarles, durante meses urdieron el plan perfecto para encontrarse en el mas allá una vez les llegara su hora. El juraba que moría con ella, Ella juraba que moriría con él. Juntos viajarían al paraíso y allí su amor sería para siempre.
El reloj de cuerda martilleaba los segundos en sus cabezas, tic, tac… Ella le besó a él, él le besó a Ella, unas lágrimas perezosas surcaban por sus mejillas.
El ambiente denso, el olor intenso, dos cuerpos desnudos abrazados con fuerza, una sola existencia, un solo amor.
Por sus cabezas recuerdos, ideas, alegrías y temores se mezclaban. Cuan lejos quedaban ya esos tiempos en que sus familias, juradas de odio eterno, se mataban entre ellos por controlar un barrio de la ciudad. Cuan lejos quedaban ya las amenazas y castigos de sus padres por cometer el pecado de enamorarse uno del otro.
Aquel era el único amor prohibido de sus vidas y aquel fue el amor que ambos eligieron.
El calor era sofocante, apenas ya se podía respirar, sus cuerpos se debilitaban, sus mentes se adormecían, el viaje había comenzado, no había marcha atrás.
Tras la espalda de Ella, El abrió el zippo, con el pulgar húmedo y tembloroso accionó la ruedecita, la piedra cilíndrica encajada en aquel hueco y agobiada por el molesto muelle que le apretaba contra la rueda cumplió su misión. De repente un gran estallido que nunca acabaron de escuchar. Silencio, paz, dos luces subían al cielo, dos almas enamoradas en su viaje hacia el amor eterno. Adiós mundo cruel, adiós gente demente, nunca nos quisisteis entender y nunca lo habríais hecho. Que os den.
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